jueves, 1 de mayo de 2014

Capitulo I.- Adrián.


Cierto día el pequeño Adrián de seis años daba un paseo por la calle de su vecindario iba tarareando una canción, entonces en una esquina vio algo que le pareció extraño, que no había visto, en un rincón , tapada por un montón de periódicos, sentada sobre un pedazo de cartón se encontraba una señora ella solo miraba al cielo, Adrián se le quedo viendo, admirado como si fuera un juguete nuevo y raro, observaba los grandes y bellos ojos oscuros de aquella señora, su pelo café opaco, y muy sucio, sus ropas maltratadas, y su cara sucia, como cuando juego yo en el lodo pensó, mientras la observaba había avanzado hacía ella cada vez más, aquella mujer parecía no percatarse de su cercanía desde debajo de otro montón de periódicos vio salir a una niña como las que iban a su escuela solo que sucia y descuidada la niña lo miró con temor, pero no le quito la mirada de encima en ese momento la mujer fijo su mirada en Adrián este dio un respingo y se inquietó se estaba alejando lentamente y la niña lo alcanzo, con una voz dulce lo saludó y mostrándole una muñeca manca y sucia lo invito a jugar, él lo dudó pero luego de ver la sonrisa de la niña que por cierto se llamaba Ana se sentó a jugar con ella y en eso se les fue la tarde casi no hablaron solo se dedicaron al juego. A lo lejos se escuchó el grito de la mamá de Adrián donde le hacía el llamado para que se metiera a la casa, este al escucharlo se despidió de la niña y se marchó.

Al llegar a casa su mamá una señora de treinta y tantos muy arreglada hasta donde el hogar le permitía con una sonrisa lo recibió le dijo que se lavara las manos por que estaban a punto de cenar y que tenía que estar listo en la mesa antes de que su padre llegara, pues no había que hacerlo enojar, este obedeció sin decir palabra y no tardó mucho en estar esperando en la mesa a su madre y a que llegara su padre. Adrián era hijo único tenía muy buena vida pero aún era muy inocente y no sabía de estratos sociales, ni de mirar por encima del hombro ni de nada de eso.
Su madre Violeta en sus tiempos de soltera había sido una profesionista exitosa amante de su carrera como abogada, había manejado su propio despacho con personal a su mando, tomaba siempre casos de tipos ricos y caprichosos que se habían metido en líos a los cuales había que sacarles del agujero antes de que la prensa se enterara de lo suficiente para “manchar” sus nombres, de ahí es que conoció a su esposo del que se enamoró y el que la obligo a dejar su trabajo y dedicarse al hogar desde mucho antes que naciera Adrián.

Ernesto que en sus tiempos había sido un completo galán y que aun guardaba algo de su encanto era un hombre rico, hijo de un hombre rico, que a su vez había sido un hombre rico de esos que no se sabe con exactitud de dónde provino aquella suerte, trataba en la mayoría de sus casos a su esposa como una inútil no perdía la oportunidad de hacerle saber que estaba mal, y que su opinión no era para nada importante, a su hijo lo quería mucho pero cualquier cosa que no le pareciera desde una mala postura, hasta un gesto del niño bastaba para desatar la furia de ese hombre y dejar tirado al pobre chico llorando hacia dentro porque de él había aprendido a su corta edad que los hombres no lloran y que no sufren, ni sienten lastima por otros, aparte de todo esto Ernesto escondía algo oscuro que ya desde su adolescencia él había advertido que no estaba bien ante los demás y por eso era cauteloso con sus movimientos.

Violeta estaba terminando de poner la mesa cuando llegó Ernesto se escucharon las llaves caer en la mesita de la entrada, el ruido del maletín al caer al piso y aunque no muy común el saludo de Ernesto vivaz hacía su familia, el solo sonido de su voz puso tensos tanto al niño como a la madre, venía aquel con una sonrisa radiante en el rostro que solo en pocas ocasiones se le dejaba ver pero que ni su esposa ni su hijo quisieran ver en él, pues era entonces cuando más tensión les causaba, pues no sabían cómo reaccionar ante él.

 Violeta terminó de servir la cena un tanto nerviosa de no hacer nada mal, y el pequeño se quedó inmóvil en su silla, ya había tomado esta precaución de no hacer nada hasta ver como venía su padre, entonces el hombre sonrió ampliamente y abrazando a su hijo con visible cariño le pregunto qué ¿cómo le había ido hoy? ¿Qué había hecho? El niño al sentir a su padre tan cercano no vaciló en contar su episodio con aquella niña de la esquina y su madre, Violeta que en ese momento estaba probando bocado se quedó quieta hizo una cara de repulsión y le reclamó al niño de sus acciones, y le mando de inmediato que fuera a lavar de nuevo sus manos pues seguro aún tenía gérmenes de aquellas extrañas al momento que termino de hablar el corazón le dio un vuelco, y empezó a  temblar, el niño se apuró a obedecer a su madre y al dirigirse al lavabo escucho un ruido lamentablemente ya conocido el de la mano de su padre contra la cara de su amada madre, seguido de un montón de palabras que él no sabía lo que significaban pero al ver su madre sufrir tanto y la expresión se su padre al decirlas había deducido que no podían ser buenas.

Con esa escena de fondo Adrián se lavó las manos una y otra vez mientras lloraba y se tragaba las lágrimas por que los hombres no lloran, y se repetía eso, y luego escuchaba a su mamá gritar y lloraba más por ella, pero luego se enjugaba las lágrimas porque además los hombres no sienten ni pena ni lastima por otros.

 De esa noche y de muchas otras que estarían en su desarrollo aprendió algunas cosas primera que su mamá no tenía opinión alguna y que le gustaban los golpes, segunda que su papá era violento y siempre tenía la razón que no amaba como a veces decía que hacia si no que solo había odio dentro de él, tercera que los pobres y vagabundos no merecen su saludo porque aparte de ser vagabundos y de otra clase son solo una pila de infecciones graves y las más relevante de todas que contra todo lo que le decían sus padres, la escuela, sus amigos y la sociedad él de ninguna manera podía ser hombre porque él lloraba constantemente, sufría amargamente y sentía pena por los demás aunque fueran vagabundos, extrañamente exceptuando a su madre y a su padre porque ellos seguramente no eran personas sino seres hechos para hacerlo sufrir .  


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