Cierto día el pequeño Adrián de seis años daba un paseo por la
calle de su vecindario iba tarareando una canción, entonces en una esquina vio
algo que le pareció extraño, que no había visto, en un rincón , tapada por un montón
de periódicos, sentada sobre un pedazo de cartón se encontraba una señora ella
solo miraba al cielo, Adrián se le quedo viendo, admirado como si fuera un
juguete nuevo y raro, observaba los grandes y bellos ojos oscuros de aquella
señora, su pelo café opaco, y muy sucio, sus ropas maltratadas, y su cara
sucia, como cuando juego yo en el lodo pensó,
mientras la observaba había avanzado hacía ella cada vez más, aquella mujer
parecía no percatarse de su cercanía desde debajo de otro montón de periódicos vio
salir a una niña como las que iban a su escuela solo que sucia y descuidada la
niña lo miró con temor, pero no le quito la mirada de encima en ese momento la
mujer fijo su mirada en Adrián este dio un respingo y se inquietó se estaba
alejando lentamente y la niña lo alcanzo, con una voz dulce lo saludó y mostrándole
una muñeca manca y sucia lo invito a jugar, él lo dudó pero luego de ver la
sonrisa de la niña que por cierto se llamaba Ana se sentó a jugar con ella y en
eso se les fue la tarde casi no hablaron solo se dedicaron al juego. A lo lejos
se escuchó el grito de la mamá de Adrián donde le hacía el llamado para que se
metiera a la casa, este al escucharlo se despidió de la niña y se marchó.
Al llegar a casa su mamá una señora de treinta y tantos muy
arreglada hasta donde el hogar le permitía con una sonrisa lo recibió le dijo
que se lavara las manos por que estaban a punto de cenar y que tenía que estar
listo en la mesa antes de que su padre llegara, pues no había que hacerlo
enojar, este obedeció sin decir palabra y no tardó mucho en estar esperando en
la mesa a su madre y a que llegara su padre. Adrián era hijo único tenía muy buena
vida pero aún era muy inocente y no sabía de estratos sociales, ni de mirar por
encima del hombro ni de nada de eso.
Su madre Violeta en sus tiempos de soltera había sido una
profesionista exitosa amante de su carrera como abogada, había manejado su
propio despacho con personal a su mando, tomaba siempre casos de tipos ricos y
caprichosos que se habían metido en líos a los cuales había que sacarles del
agujero antes de que la prensa se enterara de lo suficiente para “manchar” sus
nombres, de ahí es que conoció a su esposo del que se enamoró y el que la
obligo a dejar su trabajo y dedicarse al hogar desde mucho antes que naciera
Adrián.
Ernesto que en sus tiempos había sido un completo galán y
que aun guardaba algo de su encanto era un hombre rico, hijo de un hombre rico,
que a su vez había sido un hombre rico de esos que no se sabe con exactitud de dónde
provino aquella suerte, trataba en la mayoría de sus casos a su esposa como una
inútil no perdía la oportunidad de hacerle saber que estaba mal, y que su
opinión no era para nada importante, a su hijo lo quería mucho pero cualquier
cosa que no le pareciera desde una mala postura, hasta un gesto del niño
bastaba para desatar la furia de ese hombre y dejar tirado al pobre chico
llorando hacia dentro porque de él había aprendido a su corta edad que los
hombres no lloran y que no sufren, ni sienten lastima por otros, aparte de todo
esto Ernesto escondía algo oscuro que ya desde su adolescencia él había
advertido que no estaba bien ante los demás y por eso era cauteloso con sus
movimientos.
Violeta estaba terminando de poner la mesa cuando llegó
Ernesto se escucharon las llaves caer en la mesita de la entrada, el ruido del maletín
al caer al piso y aunque no muy común el saludo de Ernesto vivaz hacía su
familia, el solo sonido de su voz puso tensos tanto al niño como a la madre,
venía aquel con una sonrisa radiante en el rostro que solo en pocas ocasiones
se le dejaba ver pero que ni su esposa ni su hijo quisieran ver en él, pues era
entonces cuando más tensión les causaba, pues no sabían cómo reaccionar ante
él.
Violeta terminó de servir la cena un tanto nerviosa de no hacer nada mal, y
el pequeño se quedó inmóvil en su silla, ya había tomado esta precaución de no
hacer nada hasta ver como venía su padre, entonces el hombre sonrió ampliamente
y abrazando a su hijo con visible cariño le pregunto qué ¿cómo le había ido hoy?
¿Qué había hecho? El niño al sentir a su padre tan cercano no vaciló en contar
su episodio con aquella niña de la esquina y su madre, Violeta que en ese
momento estaba probando bocado se quedó quieta hizo una cara de repulsión y le
reclamó al niño de sus acciones, y le mando de inmediato que fuera a lavar de
nuevo sus manos pues seguro aún tenía gérmenes de aquellas extrañas al momento
que termino de hablar el corazón le dio un vuelco, y empezó a temblar, el niño se apuró a obedecer a su
madre y al dirigirse al lavabo escucho un ruido lamentablemente ya conocido el
de la mano de su padre contra la cara de su amada madre, seguido de un montón
de palabras que él no sabía lo que significaban pero al ver su madre sufrir
tanto y la expresión se su padre al decirlas había deducido que no podían ser
buenas.
Con esa escena de fondo Adrián se lavó las manos una y otra vez
mientras lloraba y se tragaba las lágrimas por que los hombres no lloran, y se repetía
eso, y luego escuchaba a su mamá gritar y lloraba más por ella, pero luego se
enjugaba las lágrimas porque además los hombres no sienten ni pena ni lastima
por otros.
De esa noche y de muchas otras que estarían en su desarrollo aprendió
algunas cosas primera que su mamá no tenía opinión alguna y que le gustaban los
golpes, segunda que su papá era violento y siempre tenía la razón que no amaba
como a veces decía que hacia si no que solo había odio dentro de él, tercera
que los pobres y vagabundos no merecen su saludo porque aparte de ser
vagabundos y de otra clase son solo una pila de infecciones graves y las más
relevante de todas que contra todo lo que le decían sus padres, la escuela, sus
amigos y la sociedad él de ninguna manera podía ser hombre porque él lloraba
constantemente, sufría amargamente y sentía pena por los demás aunque fueran
vagabundos, extrañamente exceptuando a su madre y a su padre porque ellos
seguramente no eran personas sino seres hechos para hacerlo sufrir .
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