jueves, 8 de mayo de 2014

Capitulo III.- Adrián

Tras a ver recibido tantas golpizas en su vida Violeta había sufrido mucho siempre era agredida por lo hombres que aparecían en su vida;

Su padre quién siempre la había tratado mal por ser tan débil, por no hacer las cosas bien , por ser mujer, su primer amor de la secundaria Diego quien cada que se enojaba le propinaba fuertes cachetadas y la estrujaba cada que deseaba ella no podía hablarle a más chicos porque él no la dejaba su círculo de amigos se cerraba a unas pocas amigas las cuales realmente eran amigas de Diego, luego en preparatoria Gabriel fue el primero en dejarla inconsciente después de una pelea en una fiesta y ahora con Ernesto quien pensó que sería diferente que la amaría y no le haría daño como prometió el día que le propuso matrimonio, debió saber que nunca cambiaría después de que en su luna de miel enojado porque algo no saliera bien la insultara y le diera fuertes golpes con el cinturón para luego disculparse cariñosamente y jurarle amor eterno como unas horas antes en el altar. 

Violeta simplemente no podía entender porque los hombres que llegó a querer o amar siempre la lastimaban, no entendía porque los hombres eran crueles y disfrutaban haciéndola sufrir, pensaba esto al grado que ya no tenía amigos varones por propia voluntad, no se sentía cómoda pasando tiempo con alguno, se sentía temerosa, nerviosa el tiempo que así ocurría.

Un día cuando fue a tomar café con su vieja amiga de años Rosa le platicó todos estos temores, era la primera vez que se habría de tal modo que de pronto se vio llorando sin parar, desahogándose de todo aquello que le oprimía, decidieron que la plática daba ocasión a mas intimidad entonces fueron a casa de Rosa quién era una soltera de treinta y tantos de figura muy cuidada, atractiva, elegante, cuidadosa, que siempre estaba ahí cuando Violeta estaba en problemas, que le proporcionaba consuelo y que sufría cuando aquella llegaba a sufrir. Cuando llegaron a la casa Rosa sirvió dos vasos de whisky mientras seguían las historias de desdichas, Violeta no paró hasta contar todas las palizas y humillaciones que había sufrido con Ernesto, lo sola que se sentía y lo inútil que se había vuelto, ya no tenía más seguridad en sí misma como cuando era una gran abogada dueña de un despacho prestigiado entonces Rosa sirvió otros dos vasos de whisky, y otros dos, y otros dos, y otros dos hasta que la botella llegó a su fin junto con otra de vino tinto, Rosa empezó a consolar a Violeta diciéndole que no era ninguna inútil y mucho menos débil, que el aguantar tanto maltrato y aun estar de pie ya decía mucho, se le acerco y la protegió entre el hueco de su cuello y sus hombros, ella que ya tenía tiempo que se veía como protectora de Violeta se sintió muy bien en esa posición , ella que tenía tiempo sin ninguna pareja, ella que en su vida había tenido una relación estable con un hombre, ella que justo con esa platica y justo en ese momento también se sintió agredida por los hombres, humillada y necesitada de comprensión y amor, entonces sin darse cuenta como ni en qué momento las dos se buscaron los labios y se entrelazaron en un beso si no apasionado lleno de afecto, un beso que buscaba encontrar comprensión, resguardo, que buscaba seguridad, que buscaba compañía y eso encontraron, al separarse se quedaron viendo a los ojos desconcertadas, temerosas, tímidas, pero con la ayuda del alcohol y sus desinhibiciones se dejaron llevar por sus impulsos, por sus necesidades y con torpeza pero también con curiosidad recorrieron mutuamente sus cuerpos desnudos y descubrieron como darse placer aquel placer que hace mucho no sentían, más allá del orgasmo se encontraron con cariño ese que anhelaban tanto.

Tenían ya tres años encontrándose para darse amor, eso era lo que le daba fuerzas para seguir a Violeta aunque ya en más de una ocasión Rosa le había incitado a dejar a Ernesto e irse, explicarle al joven Adrián todo y llevarlo junto con ellas pero ninguna de las dos se atrevía a eso porque a pesar de tenerse cariño y sentirse seguras no había más aparte de eso y el sexo que las uniera, tenían tres años queriéndose a escondidas y todo había salido bien hasta esa noche que cometieron el error de pensar que el joven Adrián dormía profundo, hasta esa noche que se dejaron llevar por sus impulsos y se dieron cariño en el sofá, hasta esa noche en que se escuchó aquel ruido, aquella noche cuando la puerta que daba a la cochera se abrió. 

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